miércoles, 30 de julio de 2014

De oboístas y trapecistas: el miedo escénico (1)

En los últimos meses he ido dos veces al circo con mis hijos. La primera vez se trataba de un circo pequeño y pobretón. Las sillas estaban colocadas sobre la hierba, y en la pequeña pista se sucedían una serie de números protagonizados una y otra vez por los mismos artistas que cambiaban de vestimenta y de nombre. No tenían números con animales salvajes ni exóticos aunque sí hacían algunas piruetas los perrillos de todo pelaje que llevaban en las caravanas.
A pesar de ser un circo tan modestito hacían proezas admirables, es decir, tenían destrezas que yo no tengo.
¿Por qué me parece tan admirable esto del circo? Diría que en gran parte porque hacen cosas que yo no seré nunca capaz de hacer bien por miedo -en el segundo de los circos, más grande y con más medios, había unos leones terroríficos con los que jamás me metería en una jaula- o bien por incapacidad manifiesta -como es el caso de los malabares: soy más bien torpe-.
Mientras me maravillaba admirando a los artistas, me dio por pensar en eso del miedo escénico.

Imaginad que sois malabaristas. Salís a la pista con dos o tres de esos bolos brillantes y empezáis a darles vueltas por los aires. Vuestro ayudante os va acercando otro bolo, y otro...hasta que hay un gran bolo de bolos girando y lanzando destellos, ¡¡más difícil todavía!!, lo cual provoca que muchos espectadores se queden irremediablemente con la boca abierta sin darse ni cuenta.
Antes de salir a la pista has hecho unos estiramientos, unas cuantas respiraciones profundas para no perder la concentración, y, sobre todo, tienes a tus espaldas un montón de horas de entrenamiento en las que has perfeccionado poco a poco tu número, llegando incluso a correr por la pista y girar sobre ti mismo mientras das vueltas a esos mareados bolos.
Has trabajado mucho y ahora te juegas todo tu trabajo en unos segundos, a la vista de un montón de gente que ha pagado una entrada por verte. No vale repetir, no vale decir que en el entrenamiento todo era perfecto. Tiene que ser perfecto ahora. Menuda presión, ¿eh? ¿No nos pasa algo parecido cuando tocamos en un concierto? Si en lugar de ser un malabarista fueras por ejemplo un oboísta, ¿no tendrías una sensación muy parecida?


Ahora me veo obligada a hacer un parón para hacerte una pregunta: ¿te ves reflejado en eso de haber trabajado mucho previamente? Es decir, ¿te has preparado bien para el concierto?
Tengo una muy buena noticia...si eres de los que se ponen nerviosos en los conciertos porque van mal preparados, han estudiado poco y/o mal, en casa sólo salía bien una vez de cada diez y por tanto hay no pocas posibilidades de que en el escenario tampoco salga, etc. etc. ¡¡¡no tienes miedo escénico!!! Solamente necesitas estudiar más y/o mejor.

Para que nos entendamos, se puede decir que alguien tiene miedo escénico cuando, a pesar de una buena preparación previa al concierto, sufre un estado nervioso, de desconcentración, que incluso puede mermar su capacidad física (incapacidad para respirar correctamente, temblores). No se trata de estar nerviosillo, eso es normal. Hay unos nervios "sanos" que nos pueden ayudar a estar más tonificados, más atentos. El miedo escénico no nos dejaría hacer lo que sabemos hacer.

Mucha gente no ha conocido nada parecido al miedo escénico hasta que ha cogido un instrumento y se ha puesto a tocar delante de otra gente. Me contaban hace unos días que, en una audición que se hacía en una escuela de música, una mujer adulta, de esas que llegan con una ilusión de décadas a aprender a tocar su instrumento soñado, trataba de hacer sonar su flauta travesera con un temblor en la mandíbula tremendo. ¿Imaginaba esta flautista que cuando empezara  por fin a tocar le iba a suceder esto?

Pero volvamos a nuestro circo...

El público está en tensión, es un ejercicio muy difícil y un bolo podría caer al suelo, incluso podrían caer unos cuantos y entonces...¿qué? ¿Qué sucede si se caen los bolos?
En el primero de los circos, el modesto, salió un equilibrista agobiado. Se le notaba nervioso, inseguro. Desde el público, cuando uno ve inseguridad, ya empieza a pensar: "Ay, pobre, que se va a caer, ay que se cae." Empezó a subirse en esos cilindros sobre los que ponen una tabla y luego otro cilindro, y otra tabla...y se cayó.  ¡¡¡Horror!!! Ha sucedido. El equilibrista se ha caído. Y ahora, ¿qué hace el público? ¿Estallan en cólera, acuden todos a la taquilla para pedir su dinero, le tiran tomates y apios al desdichado artista, le abuchean, se ríen de él, le gritan que se vaya a su casa? ¡¡¡¡No y mil veces no!!! Todos sentimos compasión porque nos imaginamos en su lugar y nos tiemblan las rodillas y, cuando se repone, repite el número, y le sale bien...aplaudimos más todavía y sonriendo más que si todo hubiera sido perfecto, para animarle y darle calor.


Entonces, ¿qué pasa si se nos caen unas cuantas semicorcheas en una audición en la Escuela a la que han acudido padres, tíos, abuelos, primos, amigos y demás seres queridos -o sea, seres humanos que nos quieren sin parar-? ¡¡¡Nada!!! Quiero decir: el público no es con nosotros como nosotros somos con nosotros mismos.  Nosotros deberíamos ser capaces de decirnos: "La próxima vez tengo que estudiar más ese pasaje". Y punto. Nada de tragedias del tipo: "He hecho el ridículo, nadie me querrá, nunca lo conseguiré, soy el peor oboísta de todos los tiempos, etc. etc." porque todo esto no tiene nada que ver con la realidad. El público se acordará de los otros ciento tres compases que has tocado más que del compás en el que has metido la pata, te lo aseguro.

Ellos no son tan críticos como nosotros. De hecho, solemos estar tocando y criticándonos al mismo tiempo. Somos intérpretes y críticos en el mismo momento e imaginamos que todos los que nos están viendo nos juzgan igual.

De esto os hablaré en el próximo artículo: de nuestro crítico interior.



(Para ampliar hoy la información y la reflexión sobre este tema:
"El miedo escénico y las audiciones escolares" por el compositor, letrista y docente Juan Ramos.)


martes, 8 de julio de 2014

¿Y qué pinto yo en un congreso de oboístas? (y fagotistas)

Sucedió un día que, después de recoger a mis niños del cole, me quedé de cháchara ligera en la puerta (mientras los ojos de mi nuca vigilaban a mis hijos, claro).  Faltaban unos días para que se celebrara en Madrid el segundo congreso de Afoes (Asociación de fagotistas y oboístas de España). Yo iba a acudir al congreso en lo que sería mi primera noche fuera de casa desde que nació Catalina. ¡Emoción! 
Andaba contando los días, con muchas ganas de coger mi oboe y mi maletica de fin de semana para meterme en el tren. Comenté en el grupo que el viernes me iba a un congreso de oboístas. Entonces un padre, con cara de mucho alucine, me dice: "¿Un congreso de qué?", y le digo otra vez que de oboístas. "Ah, pero... ¿hacéis congresos?"
En vuestra todavía corta vida oboística, queridos alumnos, estoy segura de que ya habéis experimentado una sensación muy parecida a la que yo tuve en ese momento, concretamente cuando tratáis de explicarle a alguien qué es un oboe. Ya sabéis, tocáis un instrumento raro.

He de deciros que, si continuáis con los estudios de música unos cuantos años, os sucederá también eso de que mucha gente no podrá llegar a imaginar qué hacéis en el conservatorio además de tocar el oboe, y os veréis obligados a recitarle de corrido todas las asignaturas del plan de estudios para que se dé cuenta de que lo de estudiar música es algo serio. Pero esto es harina de otro costal...
Vamos a abordar de una vez la pregunta que da título a esta entrada en el blog: "¿Y qué pinto yo en un congreso de oboístas?"

Ah, bueno, lo olvidaba, claro...la noticia es que entre el 26 y el 28 de septiembre el congreso de Afoes se celebrará en Zaragoza. ¡¡¡A la vuelta de la esquina!!! 
Podría empezar diciendo que es muy alentador estar en un sitio donde se reúnen cientos de raros como vosotros, que también tocan ese instrumento que casi nadie conoce (¡y no hablemos del fagot!)...pero tal vez me diríais que no es una razón lo suficientemente poderosa como para que os vayáis a Zaragoza.
 
La misión que me he propuesto al escribir este artículo es convenceros de que no podéis no ir. Empezaré otra vez por el principio, o sea, abordando de nuevo y de una vez la pregunta del título etc.
Primero tengo que deciros que para poder ir al congreso hay que hacerse socio de Afoes. (40 euros anuales para profesionales y 20 euros para estudiantes) A continuación os relaciono las ventajas de los socios que aparecen en la web de Afoes:
  • Asistencia gratuita al Congreso, y posibilidad de participar como alumno/a activo/a en clases magistrales, talleres y otras actividades prácticas del congreso.
  • Regalo de la Camiseta AFOES.
  • Recibir la Revista Anual de la asociación, y poder realizar publicaciones en la misma.
  • Descuentos en luthiers/reparadores asociados.
  • 10% de descuento en diversas clases magistrales y cursos de perfeccionamiento e interpretación musical.

    Sobre la camiseta os diré que es muy chula, aunque supongo que tampoco iríais a Zaragoza sólo por una camiseta. Para cada congreso la camiseta es diferente. Las de la foto son las del que se celebró en Madrid. ¡¡Yo tengo una!!

    Pero, como podéis suponer, un congreso es mucho más que una camiseta y un montón de gente junta que es igual de rara. Está, por ejemplo, el tema comercial. Vais a encontrar stands de unas cuantas marcas de oboes y fagotes, de toda la cacharrería relacionada con el oboe o fagot y sus cañas...a mejor precio que en las tiendas. Para los que tengan que comprar instrumento es una buenísima ocasión para probarlos todos. Y para el que quiera regalarse un caprichico como una navaja especial, una caja para las cañas que las mantiene con una humedad ideal, o para el que quiera aprovechar para pagarse un buen afilado de las navajas...es el momento perfecto. 
    La situación es graciosa. En los descansos de las clases magistrales, conferencias y conciertos todo el mundo se acerca a los stands con una cañica en la mano y se monta una ruidera tremenda con tanta gente probando instrumentos a la vez.
    Ah, sí, he dicho clases magistrales, conferencias y conciertos.

    ¿Qué es una clase magistral? Pues es una clase impartida por un maestro. Así de sencillo. Es una clase con un o una profe de lujo. Se aprende muchísimo sólo oyendo la clase, os lo aseguro. Como alumnos suele haber un grupo de valientes que se atreven a recibir una clase delante de un montón de gente. Os aconsejo que elijáis un lugar desde el que podáis ver bien, y asistáis a esa maravilla que es ver y oír cómo una interpretación, una técnica...que muchas veces parecen ya buenas, se van modelando y van adquiriendo otro brillo con las indicaciones del profesor o profesora. Oiréis consejos de interpretación y también indicaciones técnicas que os servirán también a vosotros aunque no estéis recibiendo la clase oboe en mano. 
    Para el congreso de Zaragoza han contado con solistas de lujo. 
    Si visitáis el cronograma con las actividades de cada día veréis que todas tienen muy buena pinta, y que tendréis también la oportunidad de escuchar en concierto a grandes músicos. Vamos, con lo que cuesta la cuota anual, que es mucho menos de lo que cuesta una entrada para cualquier concierto, tenéis conciertos, clases y mil cosas. 
    Por ejemplo, clase magistral de Josep Domenech termina con una exposición-demostración que parece interesante, sobre "los oboes de todas las épocas".
    Todavía no se ha publicado el programa concreto del congreso y no puedo adelantaros qué conciertos habrá y cuándo pero os aseguro que los tendréis. Por una parte se suele formar una banda de oboes, cornos y fagotes -cuyos ensayos, por cierto, son parte de las actividades del congreso- que hace un concierto final y también hay conciertos de los intérpretes que imparten las clases magistrales. ¡Es una ocasión magnífica para ver y oír en directo y muy de cerca a los grandes de nuestro instrumento!

    ¿Todavía os lo estáis pensando?
    Para terminar, dos codas:

    1ª coda dedicada a las familias de los pequeños oboístas y fagotistas que no pueden ir solos a Zaragoza: ¿se os ocurre una excusa mejor para pasar un fin de semana, o un día, o unas cuantas horas en Zaragoza?
    2ª coda dedicada a los jóvenes oboístas y fagotistas que, cuando sean mayores, tal vez sean unos oboístas y fagotistas mayores: un poco de música de esos grandes maestros que podréis ver en el congreso. (Esta segunda coda tiene a su vez una segunda intención: que os guste tanto la música que os pongáis a estudiar como locos lo que queda del verano para tocar así de bonito cuando seáis oboístas mayores)

    En el primer vídeo tenéis a Ramón Ortega Quero con el oboe moderno. En el segundo al oboe barroco de Josep Domenech en un vídeo que hará también las delicias de los amantes del fagot. Por si los fagotistas se quedaran con las ganas, añado un vídeo en el que la fagotista Sophie Dartigalongue interpreta el precioso concierto de W. A. Mozart para fagot. Todo un regalo también para los oboístas, que nunca está de más oír al genio salzburgués.