viernes, 28 de marzo de 2014

Crónica de una excursión musical

Esta crónica está especialmente dedicada a los padres que, como yo, quisieran tener siempre un agujerico para ver qué hacen sus hijos cuando no están con ellos. Uno se pierde tantas cosas...

Voy a abrir ese agujero imaginario y os voy a contar cómo fue la "excursión musical" que ayer hicieron vuestros hijos al Auditorio Baluarte para asistir al concierto de la Orquesta Sinfónica de Navarra interprentando en la primera parte -y con Olga Kern al piano- el concierto número 3 para piano de Rachmaninov y, en la segunda parte, "Sheherezade" de Rimsky-Korsakov.

Llegamos todos muy puntuales a la puerta del Auditorio. Acudieron nada menos que 21 alumnos de la Escuela entre oboístas, fagotistas y algunos de sus hermanos. ¡Bravo por vuestro interés! 
Nos habían dado entradas en las primeras filas: unas pares, otras impares. Andrea se llevó a los "niños pares" y yo a los impares. Pero, ¡oh sorpresa!, cuando quisimos tomar posesión de nuestros asientos encontramos algunos de ellos ocupados. Ya sabéis cómo es ese tipo de situación: uno sonríe muchísimo y dice al sorprendido espectador de turno: "Lo siento, creo que tengo la butaca 23 de la fila 7". Entonces el espectador afectado mira su entrada con cierto nerviosismo y puede decir que se ha confundido y que lo siente mucho o...¡¡que él también tiene la butaca 23 de la fila 7!!
Así sucedió con varios espectadores sonrientes y posesores de las mismas localidades que nosotros. Entonces, con mucha amabilidad, uno de ellos me preguntó si nuestras entradas eran para ese concierto o para el del día siguiente. Miré yo las entradas y, ¡oh cielos y más cielos!, en nuestras entradas había escrito un incómodo "13 de marzo" que no tenía nada que ver con la fecha en que vivíamos, que era el 27 de marzo.
Entretanto vuestros hijos, los del agujerico, estaban muy formales y diría que divertidos viendo la escena y supongo que ansiosos por conocer el desenlace. Yo me preguntaba qué haría en caso de que tuviera que irme de allí con 21 niños decepcionados a los que los padres íban a recoger dos horas después. 
Por otra parte, se acercaba peligrosamente el momento de empezar el concierto y allí estábamos nosotros, con nuestras entradas caducadas. Entonces el personal del auditorio empezó a movilizarse -literalmente a correr por el patio de butacas- y nos encontraron toda una fila libre en la que cabíamos todos. Justo a tiempo.
Y empieza el concierto. Espectacular. Preciosa música. Gran solista.
Unos diez minutos después de empezar se habían dormido dos pequeños. Es normal, uno llega, después de una agotadora jornada escolar con sus matemáticas y sus balonazos, y tras alguna clase de instrumento o solfeo o entrenamiento o todo ello seguido en una sola tarde, a una sala en penumbra, se sienta en un sillón blandito y le ponen música de fondo...y se duerme.
Algún pequeño de siete años se llevaba unos cromos para darles unas vueltas en caso de aburrirse pero estuvo tan ensimismado con lo que pasaba en el escenario que tardó un buen rato en sacarlos. Algunas jugaban a acercar y alejar sus gafas para comprobar si podían así tener un efecto de prismáticos. Otras en algún momento se prestaron las pulseras o se daban clases de anudarlas y desanudarlas. Eso sí, todos estaban muy formales y calladitos. También hubo tiempo para leer las notas al programa en las que contaban que, cuando Rachmaninov viajó a Estados Unidos para realizar una gira en la que tocaría este tercer concierto ensayó la parte solista en su camarote, en uno de esos pianos "mudos" que no suenan para no molestar a los pasajeros.

Llegó el descanso. Los más pequeños se fueron a casa creo que contentos por la experiencia. Los que nos quedamos decidimos que la próxima vez llevaremos un bocadillo para entretener ese rato y, de paso, aguantar sin desfallecer hasta el final de la segunda parte...¡que acabó a las diez de la noche! Pero fue muy muy bonito escuchar "Sheherezade". Algunos íbamos leyendo los títulos de las partes de la obra y fantaseábamos con lo del príncipe y la princesa...hasta que llegó el último movimiento en el que el barco chocaba con los arrecifes. ¡La historia acaba mal!
Alguna se sorprendió de no ver a la pianista y me preguntó dónde estaba. Yo le contesté que en su hotel. Y esta niña dijo: "¡Qué morro, se va antes que nosotros!"

Ha sido una muy buena experiencia para todos. ¡Repetiremos!

1 comentario:

  1. Genial, genial todo. La descripción, la anécdota, la iniciativa ( la del concierto y la del blog). Como dice mi tía en situaciones especiales: " qué bien todo"!!

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