miércoles, 30 de abril de 2014

Tenemos un aprendiz de músico en casa (1)

Olvidadas ya las vacaciones de semana santa volvemos al trabajo...y al estudio. Puede ser un buen momento para dar a los padres algunas pautas para que puedan ayudar a sus hijos con el estudio en casa. Si no lo han hecho hasta ahora, aún nos quedan unas semanas antes de acabar el curso para emprender esta apasionante tarea...y prepararnos para el verano.

Después de leer el párrafo anterior, puede que alguno se esté preguntando por qué tiene que ayudar a su hijo o cómo podría hacerlo si no sabe música o también por qué no basta con lo que indica el profesor en clase para que el niño estudie después con autonomía y puede que incluso se pregunte que qué es eso de ayudar, a ver si no va a poder desentenderse del tema -bastante hace con pasar horas pasilleando en la escuela de música- y dejar que su hijo se ponga a estudiar cuando lo crea necesitarlo o tenga tiempo.

Intentaré responder a algunas de estas imaginarias preguntas.

1º ¿Por qué ayudar a los hijos a estudiar?

Seguramente habéis oído hablar del método Suzuki, tal vez porque habéis visto un vídeo de alguna diminuta prodigio del violín tocando con soltura alguna "obrilla" de Sarasate y alguien os ha dicho: "Es que ha estudiado con el método Suzuki".
No soy yo una especialista en este método, entre otras cosas porque no se aplica a instrumentos que, como el oboe, no se pueden empezar a tocar con tres o cuatro años. Sí os puedo contar que una de las claves del éxito de este método es la implicación de los padres en el estudio. Cuando nuestra hija mayor tenía tres años nos planteamos llevarla a una academia Suzuki...pero la profesora nos desanimó. Parece increíble, ¿verdad? 

Cuando nos preguntó si estábamos dispuestos a que siempre la misma persona acompañara a Catalina a todas sus clases y además se sentara con ella a estudiar media hora diaria en un horario fijo todos los días de la semana nos dimos cuenta de que no íbamos a ser capaces de hacer todo eso. De hecho, hay quienes dicen que el método Suzuki no funciona muy bien en España porque los papás no hacen el seguimiento necesario.

 
No propongo yo que hagáis tanto pero sí os pido que tengáis en cuenta un par de cosas: 

- Una: 


Los pequeños principiantes suelen olvidar muy fácilmente el trabajo técnico realizado en clase. Se ilusionan con las nuevas piezas y se ocupan en tocarlas sin recordar lo que se ha trabajado sobre la posición, la respiración o la embocadura -entre otras cosas-. 
Si un adulto pudiera en casa recordar al oboísta estos aspectos, los niños avanzarían más rápido, mejor y minimizando el riesgo de adquirir malos hábitos que después es costoso corregir.

Por eso solemos decir a los alumnos que es muy importante cómo llegamos a la meta. A ellos sólo les suele importar llegar, como sea (respirando más de lo necesario, con la cabeza inclinada, apretando los labios, levantando los codos hasta las orejas o los hombros hasta quedarnos sin cuello...).

- Dos:

Siendo muy optimista, diría que un niño de cada doscientos se pone a tocar a cualquier hora del día sin que nadie se lo recuerde. Normalmente hay que insistir. A veces incluso hay que insistir mucho. Es comprensible que a muchos padres les resulte duro tener que estar recordando a sus pequeños músicos que tienen que ponerse a tocar. No os desaniméis, es lo habitual. A no pocos grandes instrumentistas adultos les tenían que obligar a estudiar cuando eran pequeños....¡y qué agradecidos están ahora por aquella "presión"!

Con la música van a disfrutar. Y mucho. Además, la posibilidad de llegar a tocar un instrumento les da la oportunidad de vivirla desde dentro, y eso es fantástico. Pero no nos engañemos: nunca llegarán a motivarse y disfrutar si no llegan a tener un cierto dominio técnico del instrumento, y eso se consigue tocando. Si alguno de vosotros está pensando algo parecido a "no, si es que yo no quiero que se agobie, yo quiero que disfrute tocando pero sin presión, que se divierta un poco, si YO NO QUIERO QUE MI HIJO SEA UN VIRTUOSO"...le recomiendo la lectura del artículo que publiqué en este mismo blog sobre esta cuestión pinchando aquí.

El próximo día abordaré el tema de cómo concretar esta ayuda sin saber música.

martes, 15 de abril de 2014

vídeos oboísticos

Esta entrada será breve: solamente quiero recordaros que estoy haciendo una recopilación de vídeos de música para oboe y oboístas, además de una para el oboe barroco y otra sobre técnica del instrumento, elaboración de cañas, etc. También una sobre curiosidades y bromas musicales.

Podéis guardar las direcciones entre vuestros marcadores y entrar de vez en cuando, las actualizaré a menudo añadiendo lo que pueda encontrar...y lo que encontréis vosotros. Ya veis que algunas paletas están un poco vacías. Si encontráis algo interesante escribidlo en un comentario y lo incluiré en la paleta correspondiente. Así podremos entre todos hacer una buena selección. Valen vídeos de oboe, oboístas, solos de orquesta, oboe barroco, oboe de amor, corno inglés...y lo que vuestra imaginación y gusto puedan sugerir.

Los enlaces a estas páginas estarán permanentemente a vuestra disposición en la pestaña de "vídeos oboísticos" de este blog.

(Nota: para acceder a la paleta pincha sobre el texto "View on Symbaloo: vídeos oboe", etc.)

lunes, 14 de abril de 2014

Web de interés para oboístas

Gracias a mi amiga oboísta Ainhoa he descubierto la web de María Calvo. Muy completa, con muchos contenidos. ¡Os invito a visitarla! Dejaré el enlace de modo permanente en la pestaña "blogs y webs para instrumentistas" 
¡Que la disfrutéis!

http://www.mioboeestuyo.com/

miércoles, 9 de abril de 2014

Cómo comportarse en un concierto

Muy queridos alumnos:

Como estamos muy animados con esto de acudir a conciertos he pensado que puede ser conveniente daros unas pautas sobre cómo comportaros cuando hacéis de público. Normalmente hablamos de qué tenemos que hacer cuando tocamos, ya sabéis: sonreír mucho, sobre todo cuando nos confundimos -no vaya a ser que no se hayan dado cuenta- saludar al principio y al final de la pieza para agradecer los aplausos, afinar si es que tocamos con alguien más...pero, ¿hay algo especial que debemos o no debemos hacer cuando vamos a disfrutar de un concierto?

Tenemos la muy reciente experiencia del concierto al que acudimos en Baluarte la semana pasada. Estoy totalmente segura de que ya tenéis claro algo importante: uno puede empezar a toser cuando la orquesta deja de tocar, bien sea al terminar un movimiento o al final de la obra. Recordaréis todos que, al finalizar el concierto de Rachmaninov -que nos tuvo a todos más de media hora sin poder soltar ni una leve tosecilla- hubo una explosión tusiva que parecía un inmenso tutti tosedor fortissimo. Yo no tenía ganas de toser en ese momento pero inmediatamente me uní a ese festival del carraspeo, fue muy divertido.

De modo que ya tenemos una pauta: no toser mientras alguien esté tocando. Hay que aguantar como sea.

A veces uno puede tener tantas ganas de toser durante el concierto que necesita llevarse un caramelo a la boca para evitar el ataque, y aquí aparece la segunda norma, relacionada con la anterior: si uno lleva algún caramelo balsámico para evitar el ataque de tos...¡¡¡no debe estar envuelto con un papel ruidoso!! Esto es terrible...
Imaginad el momento musical más sublime, un pianissimo, un acorde suspendido que nos tiene en vilo, una protagonista de ópera que está derrumbándose ante su amado entre lágrimas...y, de pronto, se oye un crrrisshs crrrrasssh. Inmediatamente el autor del desagradable y disonante ruidillo sentirá en sus carnes un montón de dardos visuales procedentes de las butacas vecinas. Debo aclarar que durante los interludios de toses sí se puede, claro, nadie lo oye con tanta sacudida pulmonar.

Un tema que daría para una tesis es aquello de cómo debe uno ir vestido para acudir a un concierto de eso que llaman música clásica. Os diré que depende del género.

Por ejemplo: si se trata de un concierto de música antigua (me refiero hablando muy en general a música interpretada con instrumentos originales) para un pequeño auditorio es frecuente que los propios intérpretes se vistan con un aire más bien hippie. Podemos llegar a encontrar a un violinista barroco -bueno, para que no se me ofendan los violinistas, diré que incluso podríamos encontrar a un oboísta barroco- que toque descalzo. En ese caso podemos ir como nos dé la gana.

Sin embargo, si alguna vez pudieramos pagarnos el lujazo -y previamente tuviéramos ese capricho, claro- de acudir al concierto de año nuevo que desde Viena se retransmite por televisión para todo el mundo deberíamos ir elegantísimos, como si fuéramos a una de esas bodas en las que las pobres invitadas taconean entre adoquines arrastrando echarpes.

Para los conciertos de orquesta de ciclo la cosa se ha relajado bastante, como pudisteis ver el otro día en Baluarte. Vamos, que no hay protocolo al respecto.

Analicemos ahora el tema de los aplausos. Supongo que habrá un porqué para que se pueda aplaudir al finalizar un aria en medio de una ópera -cuando al público le ha gustado mucho la interpretación, claro...de lo contrario, se permiten los abucheos y pataleos- y, sin embargo, uno pueda verse espoleado de miradas asesinas si se le escapa un aplauso al finalizar un maravillosamente interpretado primer tiempo de una sinfonía cualquiera. El caso es que no conozco el devenir histórico de los permisos y prohibiciones al aplauso (si alguien lo conoce puede ilustrarnos a todos con un comentario) pero que os quede claro si no queréis hacer el ridículo: nunca aplaudáis entre los movimientos de un concierto o sinfonía.

A este respecto, creo que es bastante claro el esquema que ilustra este párrafo. Leedlo con atención y aprended bien el protocolo antes del próximo concierto.

Tal vez, a estas alturas, os estáis preguntando: "Pero...¿esto ha sido siempre así?" Os diré que no. Para nada. En absoluto. Para que me entendáis voy a citar al musicólogo italiano Stefano Russomanno en la introducción que escribió para la edición española de "El teatro a la moda", obra que escribiera Benedetto Marcello hacia 1720 describiendo en tono muy irónico y divertido el mundo operístico veneciano.

Cuenta Russomano en esa introducción que "Gran parte de la representación transcurría entre el vocear del público. Y no sólo eso. El público veneciano que acudía a los melodramas escogía las formas más variadas de entretenimiento. Unos charlaban, otros se llevaban la comida, otros, en fin, se dedicaban a los juegos de azar. (...) Algunos bajaban a la cantina del teatro, donde el empresario organizaba verdaderas comidas. (...) Dentro del mismo melodrama el grado de atención de los oyentes podría variar de la atención absoluta a la total indiferencia. Tanto es así que en la época existía una tipología de aria, el aria del sorbetto, llamada así porque, al ser cantada por un personaje secundario, el público podía mientras tanto dedicarse a tomar sorbetes. (...) Parece ser que una de las actividades preferidas consistía en escupir desde los palcos sobre quienes estaban en la platea. Los periódicos venecianos de la época registran quejas de espectadores alcanzados por salivazos. "











viernes, 4 de abril de 2014

"No, si yo no quiero que mi hijo sea un virtuoso..."

Hace unos días una amiga me comentaba que no sabía si apuntar a su hijo a música o a fútbol. Le contesté yo que, dejando fuera otro tipo de consideraciones, hay una diferencia esencial entre una y otra actividad.

Por lo que yo sé, cuando un hijo hace un deporte acude a los entrenamientos varios dias por semana y normalmente juega un partido los sábados por la mañana. Hasta ahora nunca he oído que un entrenador obligue a sus jugadores a hacer en casa cien abdominales diarias además de dar quince vueltas a la manzana. La práctica deportiva en ese nivel digamos escolar no suele exigir nada más allá del compromiso de acudir a entrenamientos y partidos y, por supuesto, hacerlo todo lo mejor que uno sea capaz.

No sucede así con la música (le decía yo a mi amiga).

Por una parte su hijo tendría que acudir a la escuela de música unos días determinados en un horario determinado. Hasta aquí no vemos diferencia con el entrenamiento deportivo. Pero en la escuela de música mandan tarea.
No se aprende a tocar un instrumento sin estudiar. Ningún instrumento. Repito: ninguno. No es que esto suceda con el oboe "porque es muy difícil y, tal vez, si le apuntamos a otro...". No. Ningún instrumento se llega a tocar sin estudio. No sé si ha quedado claro.

En este momento mi amiga dijo eso de "no, si yo no quiero que mi hijo sea un virtuoso".

Como no es la primera vez que oigo algo así, creo que conviene pararnos un momento a pensar qué es un virtuoso.

Cuando en música hablamos de virtuosos nos referimos a intérpretes que tienen unas cualidades excepcionales además de una capacidad de trabajo enorme. No existen los virtuosos vagos, del mismo modo que no existen los genios compositores que no añadieran a su genialidad miles de horas de borradores antes de parir sus maravillosas composiciones. Un ejemplo de esto son los borradores del mismísmo Beethoven.

Así se lo expliqué a mi amiga. Un virtuoso es un niño con cualidades excepcionales que, además, trabaja muchísimo (quiero que esto quede claro porque los profesores de instrumento estamos hartos de ver casos de "facilidad" que se quedan parados irremediablemente en algún punto de sus estudios musicales por no tener capacidad de trabajo).


Las personas que, como yo, no somos virtuosas, hemos aprendido a tocar un instrumento con trabajo. Y hemos descubierto muy pronto que sin estudio uno no pasa nunca de Do Mayor y del estudio número uno del libro de turno. Para tocar un instrumento medianamente bien, o razonablemente bien, o digamos para tocar algo más que Do Mayor y el estudio número uno hay que estudiar. Y sin estudio desaparece la motivación, porque no hay mejoría ni se pueden abordar piezas más difíciles. No hay reto ni ganas de ir alcanzando pequeñas metas.

No pasa nada si no somos virtuosos. Yo misma soy una encantadísima oboísta mediocre que tiene a su disposición miles de páginas de maravillosa música para disfrutar tocando. No tocaré el concierto de Strauss en el Carnegie Hall -ni falta que hace- pero, eso sí, para tocar cualquier otra pieza que esté a mi alcance tendré que desplegar el atril, mojar mis cañas, montar el oboe, SACAR EL METRÓNOMO, y ponerme a estudiar. También yo. Igual que todos.

De modo que, queridos padres, si queréis que vuestros hijos disfruten tocando...¡animadles a estudiar!

A continuación y para ilustrar con un ejemplo qué es eso de un virtuoso os invito a ver un vídeo que algunos recordaréis: se trata de nuestro ya querido Alexei Ogrintchouk (a quien algunos vimos el año pasado en Baluarte precisamente con el concierto de Richard Strauss) con muy poquitos años tocando de maravilla.

¿Os cuento un secreto? El año pasado, después de ese concierto en Baluarte, algunos tuvimos la suerte de cenar con Alexei y hablar con él de mil y una cosas relacionadas con la carrera del oboísta solista. Os aseguro que Alexei ¡¡estudia muchísimo!!