Muy queridos alumnos:
Como estamos muy animados con esto de acudir a conciertos he pensado que puede ser conveniente daros unas pautas sobre cómo comportaros cuando hacéis de público. Normalmente hablamos de qué tenemos que hacer cuando tocamos, ya sabéis: sonreír mucho, sobre todo cuando nos confundimos -no vaya a ser que no se hayan dado cuenta- saludar al principio y al final de la pieza para agradecer los aplausos, afinar si es que tocamos con alguien más...pero, ¿hay algo especial que debemos o no debemos hacer cuando vamos a disfrutar de un concierto?
Tenemos la muy reciente experiencia del concierto al que acudimos en Baluarte la semana pasada. Estoy totalmente segura de que ya tenéis claro algo importante: uno puede empezar a toser cuando la orquesta deja de tocar, bien sea al terminar un movimiento o al final de la obra. Recordaréis todos que, al finalizar el concierto de Rachmaninov -que nos tuvo a todos más de media hora sin poder soltar ni una leve tosecilla- hubo una explosión tusiva que parecía un inmenso tutti tosedor fortissimo. Yo no tenía ganas de toser en ese momento pero inmediatamente me uní a ese festival del carraspeo, fue muy divertido.
Como estamos muy animados con esto de acudir a conciertos he pensado que puede ser conveniente daros unas pautas sobre cómo comportaros cuando hacéis de público. Normalmente hablamos de qué tenemos que hacer cuando tocamos, ya sabéis: sonreír mucho, sobre todo cuando nos confundimos -no vaya a ser que no se hayan dado cuenta- saludar al principio y al final de la pieza para agradecer los aplausos, afinar si es que tocamos con alguien más...pero, ¿hay algo especial que debemos o no debemos hacer cuando vamos a disfrutar de un concierto?
Tenemos la muy reciente experiencia del concierto al que acudimos en Baluarte la semana pasada. Estoy totalmente segura de que ya tenéis claro algo importante: uno puede empezar a toser cuando la orquesta deja de tocar, bien sea al terminar un movimiento o al final de la obra. Recordaréis todos que, al finalizar el concierto de Rachmaninov -que nos tuvo a todos más de media hora sin poder soltar ni una leve tosecilla- hubo una explosión tusiva que parecía un inmenso tutti tosedor fortissimo. Yo no tenía ganas de toser en ese momento pero inmediatamente me uní a ese festival del carraspeo, fue muy divertido.
De modo que ya tenemos una pauta: no toser mientras alguien esté tocando. Hay que aguantar como sea.

Imaginad el momento musical más sublime, un pianissimo, un acorde suspendido que nos tiene en vilo, una protagonista de ópera que está derrumbándose ante su amado entre lágrimas...y, de pronto, se oye un crrrisshs crrrrasssh. Inmediatamente el autor del desagradable y disonante ruidillo sentirá en sus carnes un montón de dardos visuales procedentes de las butacas vecinas. Debo aclarar que durante los interludios de toses sí se puede, claro, nadie lo oye con tanta sacudida pulmonar.
Un tema que daría para una tesis es aquello de cómo debe uno ir vestido para acudir a un concierto de eso que llaman música clásica. Os diré que depende del género.

Sin embargo, si alguna vez pudieramos pagarnos el lujazo -y previamente tuviéramos ese capricho, claro- de acudir al concierto de año nuevo que desde Viena se retransmite por televisión para todo el mundo deberíamos ir elegantísimos, como si fuéramos a una de esas bodas en las que las pobres invitadas taconean entre adoquines arrastrando echarpes.
Para los conciertos de orquesta de ciclo la cosa se ha relajado bastante, como pudisteis ver el otro día en Baluarte. Vamos, que no hay protocolo al respecto.

A este respecto, creo que es bastante claro el esquema que ilustra este párrafo. Leedlo con atención y aprended bien el protocolo antes del próximo concierto.
Tal vez, a estas alturas, os estáis preguntando: "Pero...¿esto ha sido siempre así?" Os diré que no. Para nada. En absoluto. Para que me entendáis voy a citar al musicólogo italiano Stefano Russomanno en la introducción que escribió para la edición española de "El teatro a la moda", obra que escribiera Benedetto Marcello hacia 1720 describiendo en tono muy irónico y divertido el mundo operístico veneciano.
Cuenta Russomano en esa introducción que "Gran parte de la representación transcurría entre el vocear del público. Y no sólo eso. El público veneciano que acudía a los melodramas escogía las formas más variadas de entretenimiento. Unos charlaban, otros se llevaban la comida, otros, en fin, se dedicaban a los juegos de azar. (...) Algunos bajaban a la cantina del teatro, donde el empresario organizaba verdaderas comidas. (...) Dentro del mismo melodrama el grado de atención de los oyentes podría variar de la atención absoluta a la total indiferencia. Tanto es así que en la época existía una tipología de aria, el aria del sorbetto, llamada así porque, al ser cantada por un personaje secundario, el público podía mientras tanto dedicarse a tomar sorbetes. (...) Parece ser que una de las actividades preferidas consistía en escupir desde los palcos sobre quienes estaban en la platea. Los periódicos venecianos de la época registran quejas de espectadores alcanzados por salivazos. "
No hay comentarios:
Publicar un comentario