Tengo una compañera de trabajo a la que tengo por buena profesora e incluso un punto sabia. En una ocasión nos entretenía una conversación que es bastante frecuente, al menos entre los profesores de escuelas de música: hablábamos de que muchos alumnos no estudian lo suficiente y que, al parecer, algunos de ellos son inmunes a cualquier estrategia pedagógica. Bueno, tal vez no debería decir "muchos alumnos" y sería más justo hablar de "algunos alumnos", o tal vez nos acercaríamos más a la realidad si dijéramos "bastantes alumnos" o, si se tratara por ejemplo de valorar el trabajo que se hace en verano, "la mayoría de los alumnos". Y...vale, admitamos que en verano puede suceder lo que al trabajador del chiste: al no ver al jefe (en este caso el profesor de oboe en una clase) a uno le da por flojear...pero -esta vez- voy a tratar de no irme por las ramas.
Volvamos pues a aquella conversación con mi compañera. En un momento concreto dijo algo que se me quedó grabado: "Yo sólo puedo dar el cien por cien de mi cincuenta por ciento". ¡Cuántas veces he parafraseado a mi compañera después de aquel día!
Y es que a los profesores de hoy en día nos ha caído una gran losa sobre la chepa. La losa se llama "motivación". Hay que motivar al alumno, hacer lo que sea para conseguir que se entusiasme, aprenda, disfrute, se encandile, ame la música y el instrumento que tiene entre las manos (o el dibujo técnico, las matemáticas, el álgebra, la filosofía)...y estudie. La responsabilidad sobre el éxito final de la aventura ha caído de tal modo sobre el profesor que se diría que el alumno no tiene ninguna. ¿Qué pasa con su cincuenta por ciento?
Preparé el temario para mi oposición a lo largo del verano del año 2007. En junio se había publicado la Orden ECI/1889/2007, de 19 de junio, por la que se establece el currículo de las enseñanzas elementales de música (y bla bla) que, si tenéis humor y tiempo tonto, podéis ver completa por ejemplo en este enlace. Esta Orden es parte de la diarrea jurídica que suele suceder a cada nueva ley que aprueba cada nuevo Gobierno. En este caso previamente se había aprobado la Ley Orgánica de Educación (LOE).
Me serví entre otras fuentes de esta Orden para preparar los temas pedagógicos. La introducción a la ley es muy suculenta. En ella podemos encontrar párrafos como éste:
"Por ello, se deberá tener en cuenta que los alumnos de este nivel educativo se encuentran en la edad infantil y es especialmente importante que el profesor establezca en el aula un clima de confianza, cooperativo, divertido y bien humorado. La práctica musical debe resultar una experiencia placentera para el alumno y el carácter lúdico y el juego en la clase no son enemigos de un buen proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que, por el contrario, conformarán una estrategia acertada que permita un aprendizaje más funcional y significativo."
A veces, cuando se topa una con las parrafadas pomposas que vomita la pedagogía moderna, tiene la sensación de estar comiendo el pastel de toda la vida pero con mucha nata, guindas, fideos de colorines y hasta bengalas. No debería ser necesaria una ley para que un docente -al que se le supone un cerebro algo sano y un uso elemental de la lógica- se dé cuenta de que el niño funciona mejor en un clima de confianza que en uno de desconfianza. Por otra parte, si nos dan a elegir, creo que todos escogeríamos divertirnos en lugar de aburrirnos y estar de buen humor a estar amargados.
"Por ello, se deberá tener en cuenta que los alumnos de este nivel educativo se encuentran en la edad infantil y es especialmente importante que el profesor establezca en el aula un clima de confianza, cooperativo, divertido y bien humorado. La práctica musical debe resultar una experiencia placentera para el alumno y el carácter lúdico y el juego en la clase no son enemigos de un buen proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que, por el contrario, conformarán una estrategia acertada que permita un aprendizaje más funcional y significativo."
A veces, cuando se topa una con las parrafadas pomposas que vomita la pedagogía moderna, tiene la sensación de estar comiendo el pastel de toda la vida pero con mucha nata, guindas, fideos de colorines y hasta bengalas. No debería ser necesaria una ley para que un docente -al que se le supone un cerebro algo sano y un uso elemental de la lógica- se dé cuenta de que el niño funciona mejor en un clima de confianza que en uno de desconfianza. Por otra parte, si nos dan a elegir, creo que todos escogeríamos divertirnos en lugar de aburrirnos y estar de buen humor a estar amargados.
Sigamos analizando el párrafo antes citado.
¿Por qué creen que necesitamos los profesores que nos digan eso de que "el carácter lúdico y el juego en clase no son enemigos de un buen proceso de enseñanza-aprendizaje"? Da la impresión de que los pedagogos que han asesorado a los juristas que redactaron la ley han descubierto que, hasta ahora, los pobres chavales no lo pasaban bien aprendiendo a tocar un instrumento. Vaya, al parecer es un auténtico milagro que la práctica instrumental haya logrado sobrevivir a pesar de cientos de años de aburrimiento absoluto. Por lo visto, hasta la mesiánica llegada de la moderna pedagogía a la enseñanza musical, no existía una razón lógica por la cual un ser humano racional quisiera dedicarse a algo tan tedioso como tocar un instrumento. ¿No viene a afirmar esa frase que en tiempos pasados -y peores, claro- se creía que la diversión y el juego eran enemigos de un buen proceso de enseñanza-aprendizaje?
Más adelante parece que los autores se dan cuenta de que, en lo que a aprendizaje (perdón, habrá que decir "enseñanza-aprendizaje") instrumental se refiere, no todo se soluciona jugando: "...en algunos instrumentos, cuyo dominio inicial es especialmente arduo
debido a sus características específicas y en los que se demora la
realización musical de pequeñas obras o ejercicios con los que el alumno
pueda disfrutar, es conveniente incidir en la práctica musical temprana
con el instrumento que es más cercano a todos y al que se puede acceder
de manera más directa: la voz.
Vaya, al parecer hay instrumentos que se resisten incluso al juego, el buen humor, la diversión y las láminas de colorear corcheas. Será que...¿¿¿hace falta estudiar??? ¿O tal vez no hace falta estudiar en absoluto? Si seguimos leyendo la introducción de la Orden tal vez podríamos aclarar este gran misterio.
Encontramos una breve frase que parece resumir todos los principios de la Orden ECI ECI/1889/2007 (más que nada porque empieza por "en suma"):
"En suma, la finalidad de estas enseñanzas es la de promover la autonomía
de los alumnos que les permita desarrollar su capacidad de expresión
artística, su creatividad musical, para ser así partícipes de su propio
proceso de aprendizaje."
Voy a analizar primero esta parte de la frase: "...la finalidad de estas enseñanzas es la de promover la autonomía
de los alumnos que les permita desarrollar su capacidad de expresión
artística, su creatividad musical..."
No me parecen mal que queramos conseguir que los alumnos sean artistas creativos. Tendréis que permitir ahora que esta abuela recuerde sus tiempos de conservatorio...
Yo estudié el Grado Medio y el Superior que inventó la LOGSE. Gracias a esto tuve la enorme suerte de tener la asignatura de piano complementario. La primera vez que matriculé esta asignatura conocí el aburrimiento de la mano de un método que me hacía tocar tararas y otras canciones populares que habían caído en el más absoluto de los desusos populares hace un par de generaciones. Por otra parte, pretendían que improvisara y fuera creativa con un instrumento que acababa de encontrarme y que al principio podía tocar sólo con una mano y sólo una nota cada vez. ¡Qué atasco! Me preguntaba yo por qué no me dejaban improvisar con el oboe con el que alguna nota más sabía hacer. Finalmente conseguí convencer a todos mis profesores de piano complementario durante el resto de mis años de conservatorio para que me enseñaran a tocar el piano. Ya sabéis, a hacer escalas, arpegios, tocar estudios y piezas de música clásica. ¡Qué gozada! Ah, y la improvisación con el oboe llegó en el Superior. Otra gozada.
¿Qué pretendo decir con todo esto? Pues que, según mi experiencia, cuanto mayor es el dominio técnico de un instrumento, mayores serán las posibilidades creativas del instrumentista. Y, ¿cómo se consigue un buen dominio técnico de un instrumento? Sólo hay una manera: practicando. Hablando en plata: estudiando.
Vayamos ahora con la segunda parte de la frase: "...para ser así partícipes de su propio
proceso de aprendizaje."
Promover la autonomía de los alumnos para que sean partícipes de su propio proceso de aprendizaje...¿no tiene algo que ver con proporcionarles herramientas para que estudien con provecho en casa?
¿Ha inventado algo la ley o ha recogido ideas preexistentes? Si me lee algún profesor, estará de acuerdo conmigo en que, entre los padres de los alumnos, no son pocos los que, cuando les decimos que su oboísta no estudia lo suficiente (por no decir que estudia poco o nada), nos responden con eso de que ellos sólo quieren que lo pase bien con la música. La música, ante todo, debe ser divertida. Pero resulta que no le han apuntado a una discoteca sino a una escuela de música, donde enseñamos a tocar instrumentos. A veces tenemos que convencer a los padres de que sus hijos no disfrutarán con el instrumento si no estudian, y con cierta frecuencia nos responden eso de "no, si yo no quiero que mi hijo sea un virtuoso".
Y yo me pregunto: ¿cuánto es aprender sólo un poco de música? ¿solamente Do Mayor? ¿hasta dos alteraciones? ¿se trata de repetir hasta la saciedad las cinco primeras lecciones del libro sin llegar nunca a empezar con la sexta?
He observado que los alumnos más motivados suelen ser los más estudiosos. Atención: no he dicho los que tienen más facilidad ni nada parecido. He dicho los más estudiosos. Estudian, avanzan, tocan lecciones y piezas cada vez más difíciles...y el reto de poder subir un nuevo escalón de dificultad les hace practicar más. ¿Cuánto tiene que ver conmigo que unos estudien y otros no?
Haré todo lo que pueda con mi cincuenta por ciento. Mi meta como profesora será llegar al cien por cien de ese cincuenta por ciento. Puedo asumir que parte de mi cincuenta por ciento sea hacer ver al alumno que tiene la responsabilidad de su cincuenta por ciento -aquí entra en juego aquello de la motivación-, y animarle a afrontar ese reto. También trataré de hacer ver a los padres que en ese cincuenta por ciento que transcurre fuera del aula ellos tienen algo que hacer, que no pueden ser sólo observadores del proceso de aprendizaje de su oboísta. Pero no seré yo la única responsable de sus fracasos...ni de sus éxitos.
P.D.: Este artículo ha sido el más leído de lo que he publicado hasta ahora, y ha tenido curiosas consecuencias. Una de ellas fue una reunión de profesores de oboe en la que hablamos de estos y otros temas pedagógicos. Resumí lo tratado en esta reunión en esta entrada del blog:
http://marratibelmusica.blogspot.com.es/2015/02/reunion-de-oboistas-acta-informal.html
Por otra parte, mi maestro oboísta Juan Mari Ruiz, promovió la celebración de una mesa redonda -en la que tuve el placer de participar- con el título "El aprendizaje instrumental en las escuelas de música. Introducción y adecuación de nuevos repertorios". Él mismo ha publicado en su blog un artículo que resume muy bien los temas y opiniones que surgieron durante el debate.
http://www.jmroboe.com/blog/2015/03/30/El-repertorio-en-la-clase-de-instrumento.aspx
http://marratibelmusica.blogspot.com.es/2015/02/reunion-de-oboistas-acta-informal.html
Por otra parte, mi maestro oboísta Juan Mari Ruiz, promovió la celebración de una mesa redonda -en la que tuve el placer de participar- con el título "El aprendizaje instrumental en las escuelas de música. Introducción y adecuación de nuevos repertorios". Él mismo ha publicado en su blog un artículo que resume muy bien los temas y opiniones que surgieron durante el debate.
http://www.jmroboe.com/blog/2015/03/30/El-repertorio-en-la-clase-de-instrumento.aspx
Enhorabuena, María. Completamente de acuerdo
ResponderEliminarEnhorabuena, María. Estoy completamente de acuerdo. Ya sabes que le doy mucha importancia a que el alumno, y también el profesor, mantengan una alto nivel de motivación. Pero eso no significa simplificar e infantilizar constantemente. De hecho, estoy convencido de que es el hecho de enfrentarte a un nuevo reto adecuado a tus posibilidades (en la música o en cualquier actividad) lo que te hace tener ganas de avanzar y te mantiene activo. Es cierto que a la hora de pedir dedicación y estudio en los conservatorios lo tenemos más fácil, porque son alumnos que ya han mostrado su interés por intentar una carrera musical, con el compromiso a esto se le supone. Pero creo que en muchas escuelas (y no solo en España, y así han ido perdiendo el nivel que tenían hace años) se ha caído en el error de fomentar únicamente la diversión, esperando que algún alumno espontáneamente decida tocar el repertorio clásico, cuando puede ser igualmente estimulante, o incluso más, tocar un concierto de Albinoni, o una Aria de Bach que el último éxito cinematográfico. Y un profesor que entiende este valor de la música clásica y que disfruta con ella puede transmitir su motivación a sus alumnos, y el proyecto de la escuela o las exigencias de padres mal informados no deberían suponer un ostáculo. Por el bien de los alumnos, y para no privarles de la verdadera experiencia de la música. Enhorabuena, otra vez, por tu blog.
ResponderEliminarJuan Mari muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarLo cierto es que la deriva infantilizadora de la que parece ser la pedagogía imperante da para pensar y escribir mucho, tal vez pueda ser el tema de otra publicación.
Estoy de acuerdo contigo en que se ha caído en fomentar la diversión más que la superación el el esfuerzo de los alumnos, asociando además la diversión casi en exclusiva a un repertorio moderno, ligero, cinematográfico y de dibujos animados y alimentando la errónea teoría de que la música clásica no puede ser divertida.
También es interesante reflexionar sobre hasta qué punto los padres que, en general, no tienen formación musical, deberían influir en el modo y/o repertorio que los profesores trabajan con sus hijos.
Sucedió hace unos meses que llamé a la Escuela municipal en la que deberían estudiar nuestros hijos por empadronamiento. Pregunté cuántas horas semanales de lenguaje musical impartían y me respondieron que una. Dije que me parecía poco y, sorprendido, quien me informaba exclamó: "¡Pero si ha sido por aclamación de los padres!" Le contesté que es la Escuela la que debe decidir cuánto tiempo de clase es necesario para un buen aprendizaje y no los padres que, mayoritariamente, no saben música y escogerán el horario más cómodo por razones logísticas y no de aprendizaje. En fin, que nos hemos quedado sin escuela municipal, a ver qué hacemos con nuestros peques...
Lamento lo que ha pasado con tus hijos, pero desde luego creo que no deben ser solo los padres que, como tú dices, generalmente no tienen una formación musical, los que decidan el plan de estudios de la escuela (en el hospital no proponen el tratamiento, ¿no?), sino los técnicos, que en este caso son los profesores. Son los profesores los que saben cual es la formación más eficaz para que los alumnos puedan hacer lo que les gusta que es tocar, y para lo que les han apuntado en la escuela. Es cierto que las escuelas de música ofrecen una enseñanza no reglada, pero eso no hace que el instrumentista no necesite dominar el solfeo o la teoría en su justa medida. Y la excusa de que esas asignaturas son aburridas no es verdad y lo he comprobado con mis alumnos y con mis propios hijos: asignaturas en principio arduas (y de las que yo no guardo especialmente buenos recuerdos) les tienen entusiasmados porque el profesor sabe transmitirles su propio interés y ven que disfruta con ellas, y otras asignaturas que suponemos más agradables no les enganchan porque el profesor ha perdido la motivación. Si se tiene claro el objetivo y se sabe transmitir, cualquier materia puede ser interesante para los alumnos.
ResponderEliminar"Vaya, al parecer es un auténtico milagro que la práctica instrumental haya logrado sobrevivir a pesar de cientos de años de aburrimiento absoluto." jajajaja ¡Me he reído mucho! :) Desde mi posición como madre que no toca ningún instrumento, te agradezco lo que voy aprendiendo para cuando mis hijas, Dios mediante, aprendan música :) ¡Gracias!
ResponderEliminarDe 10!. Comparto el 100% de lo expresado y creo que además es perfectamente extrapolable al resto de disciplinas musicales y artísticas. Ahora ya solo faltaría conseguir que lo lean también los alumnos y sobre todo los padres de los alumnos (y de paso algún que otro profe de piano complementario ;) ) . Felicidades por el artículo y feliz año.
ResponderEliminarMuchas gracias Luis por tu comentario. Efectivamente, parece que la plaga del infantilismo ha contaminado el mundo docente en general. Se trata a los niños como si fueran tontos, y los profesores se ven obligados a ser una especie de payasos animadores sin cuya gracia aparece el fantasma ese de la desmotivación...
Eliminar¡Feliz año a ti también!
Muy buen artículo María, estoy muy de acuerdo que la música clásica se enseña con música, y cuanto más calidad tenga ésta, mejor.
ResponderEliminarEl estudio requiere rigor, esfuerzo, actitud y constancia, valores que hoy en día cuesta encontrar y parece que sólo los educadores tenemos que transmitir, cuando es en casa donde se aprenden y en las escuelas se refuerzan.
Hoy en día se quiere todo inmediato y sin esfuerzo, y eso no es posible. Tod@s sabemos las horas que hemos dedicado a formarnos como músicos durante muchos años. Innumerables clases, ensayos, audiciones, conciertos, cursillos, etc..., que requiere esta profesión-vocación.
Para un gran alumnado somos "la guardería de tarde", donde los padres-madres dejan un rato a sus niños-as para que se lo pasen bien. Pero también hay otros con verdadero interés.
Es muy importante el seguimiento de los padres-madres en el estudio de un instrumento, sobre todo los primeros años. La práctica constante, hace que se superen las dificultades y el avance suele ser proporcional al estudio.
Coincido con Juan Mari, que hay que tener claro el objetivo y una buena aptitud por ambas partes (alumno-profesor).
A veces están sobresaturados: deporte, particular, inglés, pintura, teatro, etc, y la música es una más a la que "con ir a clase ya es suficiente".
A pesar de "esta epidemia" generalizada, quiero ser positivo y pensar que los alumn@s de hoy, tienen más recursos, opciones y perspectivas que hace unos años.
¡Animo y a estudiar!!!
Buenas tardes, María. Enhorabuena por esta entrada y en general por el blog. Compruebo que no hay excesivas diferencias entre los problemas que uno se encuentra a la hora de enseñar la música en una escuela, un instituto o un conservatorio. Supongo que se debe a que el problema es más profundo y trasciende lo educativo. Pero me alegra mucho encontrar en estas páginas sensatez y defensa de valores fundamentales. Un saludo muy cordial.
ResponderEliminarPues si estoy de acuerdo en que quizá por ley no se deba explicar cómo hacer el trabajo. Pero no está de más que los profesores sepan que su labor primera es pedagógica y luego la especialización o disciplina que se trate. Es decir, se es profesor de música y no sólo un músico que trabaja enseñando. Con esto quiero decir que por lo que he visto la formación pedagógica de los profesores de música es baja o nula. En muchos casos su método es el que ellos han utilizado para sí mismos, como tu misma apuntas, lo que te sirvió a ti. Pero no todas las personas son iguales. La disciplina y la regularidad no están reñidas con la motivación, pero a la vista de las experiencias, un profesor de música de conservatorio es un funcionario que se limita a alcanzar un programa establecido sin evaluar motivaciones, capacidades inquietudes del alumno. Somos lo que somos por los buenos profesores y no somos otras cosas probablemente por los malos profesores. Naturalmente que hay que trabajar, el alumno estudiando y el profesor también uno música y el otro metodologías didácticas, pedagogía musical, psicología, etc... El problema que veo en los conservatorios es la facilidad con la que refugian a los profesores desmotivadores que se limitan a seleccionar los que "etiquetan" como buenos sin esforzarse lo más mínimo con recuperar los "potencialmente buenos" eso es pereza pedagógica. Hay alumnos que han cambiado radicalmente al cambiar de profesor ¿Por que es esto? El buen profesor, asume un alumno como un reto.
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